lunes, 29 de noviembre de 2010

Arnaldo y sus comidas

Al caballero Arnaldo le gustaba comer las setas asadas con la salsa de la carne. Pero el buen caballero siempre solía recoger setas cercanas de su lugar de residencia, el cual se situaba en un clima idóneo para las amanitas. A él aún sabiéndolo, le gustaban, se evadía por momentos de todos los problemas que le asolaban en el mundo real y era mas divertido, entretenido y barato que los litros de alcohol en que poder curar sus penas. De este modo salía temprano a recolectarlas en su cesta de mimbre, junto con algún níscalo, que también eran de su agrado, y al llegar a casa se ponía a cocinarlo todo en grandes ollas.



Un día estaba muy nublado y Arnaldo salió a recoger la cosecha rutinaria de amanitas. La niebla era tan intensa que no veía a un palmo de sus ojos.
Como siempre cogió las amanitas pero esta vez no eran de ese tipo que le gustaban tanto, que le hacían evadirse de su vida normal.
Esta vez eran venenosas, las más mortiferas de todo el mundo y él no lo sabía porque su saber porífero era muy menudo.

Ese día había invitado a comer a una bella dama, "seguro que cuando pruebe mis setas se enamora de mí", pensó Arnaldo.
Todo estaba a punto, no podía fallar nada...
Olimpia llamó a la puerta, y en cuanto le vino el olor a setas entró corriendo, y se comió toda la olla sin dejar nada para Arnaldo, al que ni había saludado ya que el ansia por comer pudo con todo lo demás...

La glotona de Olimpia se zampó la olla entera, y Arnaldo no pudo probar ninguna, y mejor para él, porque en menos de unos minutos, Olimpia cayó tiesa sobre el suelo. "¿Qué te pasa, Olimpia? - le preguntó Arnaldo inquieto." Pero Olimpia ya estaba en el otro mundo. ¿Qué iba a hacer ahora con el cadáver?

viernes, 26 de noviembre de 2010

Camino de la Perdición


"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."

Y ya no solo iba por delante de él en todo en cuestión temporal, me aventajé en los estudios, en el deporte, en las relaciones sociales, en el dinero... pero nunca llegué a ser tan querido por mis padres como Pablo.
He sido siempre un incomprendido a partir de aquel momento y cada vez todo lo que me rodeaba me daba más asco. No sé si por envidia o porque he podido conseguir todo lo que estaba en mi mano, menos ese simple detalle que no dependía de mi aunque lo intentase constantemente e hiciese maravillas. Lo que me llevó a desligarme de mi familia por completo e iniciar una vida independiente por mi cuenta dejando atrás mi pasado, pero sin olvidar esas sensaciones que me corroían por dentro.

En mi desdicha, empecé a frecuentar lugares nocturnos en los que se solía juntar la jet set de ambientes pocos propicios, peces gordos del hampa...
Empecé a tener relaciones con ese tipo de gente y acabé perteneciendo al círculo más elitista de los negocios ilegales de todo el país.

Con el paso de los años me fui haciendo con poder, al margen de mi familia, yo no sabia nada de ellos y ellos nada de mi. Me hice millonario, mansión, coches de lujo, una época dorada que brillaba por el consumismo y el poder que suplía mis carencias afectivas. Estaba inmiscuido en una de las potencias mafiosas de mayor envergadura del país, pero todo empezó a ir mal con el paso del tiempo.
Un soplón de poca monta que quería abrirse hueco en el mundillo, robó ciertos documentos con datos importantes, como cuentas bancarias, transacciones, blanqueo de dinero, etc. Todo ello por supuesto ilegal y que dejaba a la luz como funcionaban las cosas.
A partir de ahí empezaron los problemas internos, la quiebra de la empresa, la búsqueda y captura por parte de la policía, y lo peor de todo el precio a mi cabeza por parte de capos rivales con los que tenia algún negocio.
Tuve que abandonar la ciudad, y dejé casi todo el lujo que me rodeaba para no llamar la atención. Tenia suficientes fondos guardados como para vivir lo que me quedaba de vida sin trabajar en un modesto piso como cualquier persona normal. Pero ya desaparecido vi una noticia en la televisión que me dejó traspuesto.
Acababa de ver mi cuerpo muerto, o supuesto cuerpo ajusticiado con una corbata colombiana por parte de ajustes de cuentas. Obviamente no era yo, sino mi hermano gemelo, empezando a invadirme los recuerdos de aquella época pasada y preguntándome si no hubiese sido dado tan de lado como fui por mis padres si esto hubiese acabado así. Si me hubiese metido en estos mundos, mi afición por la mala vida y el dinero fácil, si mi hermano aún estaría vivo.
Era una carga demasiado dura y no sabia que hacer así que supongo que escogí la opción más fácil y cobarde intentando así escapar de todo de una vez por todas...
 




martes, 2 de noviembre de 2010

No recordaba yo qué había a esas horas...

29-10-2010

Día de cambio de hora. Desinformación por mi parte.
Al decidir que la noche había acabado para mí, después de estar unas cuantas horas encerradas en un garito de gente alocada y un poco “puesta” me dispuse a ir a la RENFE para volver a mi barrio en el segundo tren, el cual debería de salir a las seis.
A esto que mientras todos seguían la fiesta yo salí calando mi chubasquero por el agua que caía del cielo en grandes cantidades. Anduve hasta la estación sin recordar bien el camino por lo que tardé más de lo necesario, mientras mis botas de montaña me resultaban algo molestas en el pie derecho, cosa que no entiendo porqué, ya que en el izquierdo nunca me pasa.

Al llegar a la estación me senté observando el panorama. Ya no recordaba como era aquello, debido a que hace ya tiempo que no salgo hasta esas horas y menos estoy acostumbrado a volverme en la Renfe. Miré la hora y tenía que estar al llegar el tren, pero con el cambio de hora en vez de ser las seis, eran las 5... por lo que al final en vez del segundo cogí el primer tren (si lo llego a saber me quedo un rato más en el garito).

Mientras esperaba miraba los típicos personajes que hay por esas horas, almas en pena que vagan sin saber a dónde dirigir su vida, personajes de la peor calaña, etc. Observé como un hombre de sus cuarenta años que iría o volvería de trabajar dejándose mostrar sus pantalones de seguridad estaba siendo atosigado por un chaval lleno de barro el cual no paraba de hablarle sin contestación, ya que no sé como esa gente no se da cuenta de que están pasando de ella por plastas, no paraba de decir que él valía, que siempre le pasaba lo mismo, que tener amigos para esto, que siempre se quedaba sólo que son unos “maricones”, etc. ya que habría tenido alguna pelea. Al rato el hombre se sienta en mi banco, a lo que le sigue el chaval diciendo: me voy a sentar aquí si no te importa jefe, mientras el hombre pasaba. El chico seguía hablando sólo diciendo: Jesús de Nazaret, tener amigos para esto, mi madre me va a matar, estoy lleno de barro.. etc. mientras temblaba por el frío de sus húmedas ropas y santiguándose de vez en cuando (cada vez siento más aversión por la gente y veo porqué no me identifico con ellos. Alegrándome de ello...).
El chico hace una pregunta: ¿oye jefe para ir a “cierta parada”? mientras yo pensé, “joder me va a tocar aguantar al pelma este todo el viaje, va a la misma parada que yo, vive en mi barrio”. Por supuesto me callé. No quería que me empezase a dar la brasa a mí también, y para mi suerte y para su desgracia el hombre de pantalones de seguridad le contestó erróneamente, haciéndole bajarse en una parada para coger el metro mandándole a otra cercana pero no la que le había dicho, mientras que en la línea que ya iba era directa.
Ya entrado en el tren, después de media hora eterna, me encuentro algo mas a gusto por el calor, aunque con bastante sueño. Aguanto para no quedarme dormido en el vagón, ya que soy bastante desconfiado y más viendo la fauna que deambulan a esas horas.
Caras de cansancio, de borracheras... esas caracterizaciones de la persona humana del siglo XXI de fin de semana. Me siento en un asiento al lado de la ventana de éstos de son cuatro. Se me sienta un hombre en frente a mi izquierda el cual tiene una bolsa de deporte en el suelo y saca chocolate con almendras sin envolver y lo empieza a comer. Se le cae, lo vuelve a guardar, lo vuelve a comer, lo vuelve a guardar, saca un litro de zumo de melocotón, lo bebe, lo guarda, lo vuelve a beber, lo vuelve a guardar, le miro, me mira, me nerva, sigue con el zumo... intento pensar en otra cosa para no estresarme...
Se baja, sube otro personaje que parece que va medio dormido con unos cascos, se me pone delante, agacha la cabeza y así unas paradas. Sube el típico grupo de niñatos diezyochoañeros y para mi mayor consuelo se ponen a mi lado. Furia aumentando. Niñatas consentidas que visten como rameras de tres al cuarto y que no tienen noción moderada de la bebida. Ansiando salir el fin de semana para beber todo lo que puedan sin control, su única y triste forma de divertirse.
Una de ellas empieza a querer llamar la atención y a hacerse la interesante y la más p... exagerando la cogorza que lleva encima y sentándose encima del chico que iba con ellas. (No llevo mp3, oigo todo, tensión superando el límite...). Llego a mi parada. ¡Por fin! Pienso, dejar a estos niñatos y atrás y llegar a mi casa para ahora tener que sacar al perro, dura pero complaciente compañía...
Salgo de mi asiento abriéndome paso con desprecio entre esa gente y sus atuendos. Bajo del tren, camino rápido, subo por las escaleras... una persona cursa mi trayectoria. En la calle sigue detrás mía, escucho como mientras va andando se va vomitando encima. Valiente progreso y valiente juventud. Bendita ignorancia.
Llego a casa, saco al perro, subo al perro, bebo leche, me meto plácidamente en mi cama esperando a que el despertador me libere del sueño para volver a sacar a mi querido can...