martes, 2 de noviembre de 2010

No recordaba yo qué había a esas horas...

29-10-2010

Día de cambio de hora. Desinformación por mi parte.
Al decidir que la noche había acabado para mí, después de estar unas cuantas horas encerradas en un garito de gente alocada y un poco “puesta” me dispuse a ir a la RENFE para volver a mi barrio en el segundo tren, el cual debería de salir a las seis.
A esto que mientras todos seguían la fiesta yo salí calando mi chubasquero por el agua que caía del cielo en grandes cantidades. Anduve hasta la estación sin recordar bien el camino por lo que tardé más de lo necesario, mientras mis botas de montaña me resultaban algo molestas en el pie derecho, cosa que no entiendo porqué, ya que en el izquierdo nunca me pasa.

Al llegar a la estación me senté observando el panorama. Ya no recordaba como era aquello, debido a que hace ya tiempo que no salgo hasta esas horas y menos estoy acostumbrado a volverme en la Renfe. Miré la hora y tenía que estar al llegar el tren, pero con el cambio de hora en vez de ser las seis, eran las 5... por lo que al final en vez del segundo cogí el primer tren (si lo llego a saber me quedo un rato más en el garito).

Mientras esperaba miraba los típicos personajes que hay por esas horas, almas en pena que vagan sin saber a dónde dirigir su vida, personajes de la peor calaña, etc. Observé como un hombre de sus cuarenta años que iría o volvería de trabajar dejándose mostrar sus pantalones de seguridad estaba siendo atosigado por un chaval lleno de barro el cual no paraba de hablarle sin contestación, ya que no sé como esa gente no se da cuenta de que están pasando de ella por plastas, no paraba de decir que él valía, que siempre le pasaba lo mismo, que tener amigos para esto, que siempre se quedaba sólo que son unos “maricones”, etc. ya que habría tenido alguna pelea. Al rato el hombre se sienta en mi banco, a lo que le sigue el chaval diciendo: me voy a sentar aquí si no te importa jefe, mientras el hombre pasaba. El chico seguía hablando sólo diciendo: Jesús de Nazaret, tener amigos para esto, mi madre me va a matar, estoy lleno de barro.. etc. mientras temblaba por el frío de sus húmedas ropas y santiguándose de vez en cuando (cada vez siento más aversión por la gente y veo porqué no me identifico con ellos. Alegrándome de ello...).
El chico hace una pregunta: ¿oye jefe para ir a “cierta parada”? mientras yo pensé, “joder me va a tocar aguantar al pelma este todo el viaje, va a la misma parada que yo, vive en mi barrio”. Por supuesto me callé. No quería que me empezase a dar la brasa a mí también, y para mi suerte y para su desgracia el hombre de pantalones de seguridad le contestó erróneamente, haciéndole bajarse en una parada para coger el metro mandándole a otra cercana pero no la que le había dicho, mientras que en la línea que ya iba era directa.
Ya entrado en el tren, después de media hora eterna, me encuentro algo mas a gusto por el calor, aunque con bastante sueño. Aguanto para no quedarme dormido en el vagón, ya que soy bastante desconfiado y más viendo la fauna que deambulan a esas horas.
Caras de cansancio, de borracheras... esas caracterizaciones de la persona humana del siglo XXI de fin de semana. Me siento en un asiento al lado de la ventana de éstos de son cuatro. Se me sienta un hombre en frente a mi izquierda el cual tiene una bolsa de deporte en el suelo y saca chocolate con almendras sin envolver y lo empieza a comer. Se le cae, lo vuelve a guardar, lo vuelve a comer, lo vuelve a guardar, saca un litro de zumo de melocotón, lo bebe, lo guarda, lo vuelve a beber, lo vuelve a guardar, le miro, me mira, me nerva, sigue con el zumo... intento pensar en otra cosa para no estresarme...
Se baja, sube otro personaje que parece que va medio dormido con unos cascos, se me pone delante, agacha la cabeza y así unas paradas. Sube el típico grupo de niñatos diezyochoañeros y para mi mayor consuelo se ponen a mi lado. Furia aumentando. Niñatas consentidas que visten como rameras de tres al cuarto y que no tienen noción moderada de la bebida. Ansiando salir el fin de semana para beber todo lo que puedan sin control, su única y triste forma de divertirse.
Una de ellas empieza a querer llamar la atención y a hacerse la interesante y la más p... exagerando la cogorza que lleva encima y sentándose encima del chico que iba con ellas. (No llevo mp3, oigo todo, tensión superando el límite...). Llego a mi parada. ¡Por fin! Pienso, dejar a estos niñatos y atrás y llegar a mi casa para ahora tener que sacar al perro, dura pero complaciente compañía...
Salgo de mi asiento abriéndome paso con desprecio entre esa gente y sus atuendos. Bajo del tren, camino rápido, subo por las escaleras... una persona cursa mi trayectoria. En la calle sigue detrás mía, escucho como mientras va andando se va vomitando encima. Valiente progreso y valiente juventud. Bendita ignorancia.
Llego a casa, saco al perro, subo al perro, bebo leche, me meto plácidamente en mi cama esperando a que el despertador me libere del sueño para volver a sacar a mi querido can...


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